Desarrollo territorial, liderazgos públicos y colaboración

Nota de Planificación para el Desarrollo Nº10
Nota de Planificación para el Desarrollo Nº10

1. Territorios en un mundo incierto y en crisis

Diversos informes recientes dan cuenta de un mundo que atraviesa una profunda crisis, la cual se manifiesta en diferentes campos o dimensiones, tales como el cambio climático y el incremento de los riesgos naturales, la desigualdad, las crisis económicas o la inseguridad humana, entre otros. La reciente pandemia asociada al Covid-19, vino a sumarse a los complejos problemas humanos observados siglo XXI, y a develar con mayor fuerza un mundo profundamente desigual (Bárcena et al 2020; Bárcena y Prado, 2016; Oxfam, 2014; IPCC, 2018).

Junto con la seriedad y urgencia de los problemas señalados, debe destacarse que ellos se enmarcan, adicionalmente, en una fase o etapa histórica caracterizada por un creciente malestar social y una elevada desconfianza ciudadana en las instituciones en general (Castells 2015; Latinobarómetro, 2018; Rosanvallon; 2007).

Las experiencias recientes de diversos procesos de masivas movilizaciones y protestas sociales a nivel mundial, analizadas por Manuel Castells (2015), indica la emergencia de estilos que desafían o cuestionan a las concepciones tradicionales de liderazgo. Algunas de las características generales de los nuevos liderazgos destacadas por Castells son: a) presencia de población joven, b) uso amplio de las nuevas tecnologías y redes sociales, c) mayor horizontalidad, d) uso de espacios de debate amplio, e) rotación de liderazgos, f) intensos procesos de colaboración y g) diversificación de repertorios de movilización.

Esta nueva ciudadanía movilizada debe interpretarse en el marco de una época caracterizada por una elevada intensidad emocional, con nuevas formas de expresión como las redes sociales virtuales, en las cuales se vive un nuevo tipo de ciudadanía que oscila entre intensas emocionalidades negativas como positivas, y en un contexto de fuerte devaluación de las prácticas políticas convencionales (Innerarity, 2018). Todo ello ha configurado un mundo que se caracteriza por elevados grados de incertidumbre e interdependencia, que plantean serios desafíos para una adaptación eficaz e inteligente a estos nuevos escenarios (Innerarity, 2015).

Las manifestaciones propiamente territoriales de este mundo en crisis, tanto en sus dimensiones urbanas como rurales, así como en sus interacciones e interdependencias, adoptan, a su vez, variadas expresiones. Algunos problemas específicos Latinoamericanos y caribeños que pueden mencionarse son los siguientes:

a. Territorios rurales con elevada incidencia de la pobreza y el hambre (CEPAL-FAO, 2018) 

b. Grandes centros urbanos fuertemente desiguales, que concentran áreas periféricas muy pobres, coexistiendo con áreas de elevados niveles de ingreso y patrones de consumo similares a los de los principales centros urbanos del mundo desarrollado (Jordán et al, 2018, Castells y Calderón, 2019).

c. Territorios amenazados por actividades extractivas que arrasan ecosistemas naturales de manera alarmante; que emiten desechos contaminantes por aire, tierra y agua; y que generan serias tensiones con pueblos originarios.

d. Territorios amenazados por el cambio climático, por ejemplo con el alza del nivel del mar, lo que genera importantes procesos de migraciones climáticas (Bárcena et al, 2020)

El contexto descrito ha conducido a algunos analistas a destacar la necesidad de replantear los actuales marcos conceptuales y operativos de las políticas públicas, los que no parecen estar dando adecuada cuenta del nuevo mundo que ha emergido entre estallidos sociales y pandemias. Como lo señala Brugué-Torruella (2015, p.38).

“Las políticas públicas están colapsando y su fracaso es el motor de la creciente indignación de la ciudadanía.” 

La nueva fase que enfrentamos como humanidad requiere, por tanto, construir nuevos paradigmas para la acción pública y colectiva lo que pasa por una reconsideración de nociones tales como lo común, lo público, lo colaborativo, la cooperación o la ayuda mutua.

2. Colaboración. Naturaleza, dimensiones y desafíos

Como ha sido destacado desde diversas disciplinas, la colaboración, la cooperación o la ayuda mutua, son actividades esenciales de la vida en sociedad. Ellas han permitido, entre otras cosas, incrementar la capacidad humana para enfrentar diversos problemas, amenazas o riesgos (Sennett, 2012; Tomasello, 2019; Bowles y Gintis, 2013).

Como lo señala Michael Tomasello, la colaboración es una actividad humana profundamente arraigada en nuestros procesos evolutivos. Los humanos aprendimos a colaborar para enfrentar los riesgos y amenazas que se nos plantearon a lo largo de siglos de evolución, y en este proceso tuvimos que aprender a conformar lo que el denomina metas y atención conjuntas, que a su vez produjeron roles y perspectivas individuales que debieron ser coordinadas Durante este proceso los seres humanos logramos construir una concepción sobre un “nosotros”, el cual actúa como una especie de agente plural para crear colaborativamente (Tomasello, 2019).

No obstante, hay dos aspectos de la colaboración que deben ser considerados con especial atención. El primero es que la colaboración se aprende y se desarrolla en la práctica, es decir, en el abordaje de problemas específicos que se desea enfrentar y resolver. Es en la propia actividad colaborativa en donde se desarrollan habilidades fundamentales, como la capacidad de escucha, la resolución de conflictos, el compartir propósitos comunes, entre otras (Sennett, 2012). El segundo, es que debe discernirse bien cuando un problema requiere de enfoques colaborativos, ya que la colaboración intersectorial es muchas veces una respuesta difícil de implementar y cuando se utiliza puede tender a generar un estado de “inercia colaborativa” (Bryson, Crosby y Stone, 2015).

Dentro del conjunto de definiciones existentes pueden destacarse las dos siguientes:

“Proceso en el cual agentes autónomos interactúan a través de negociaciones formales e informales, creando conjuntamente reglas y estructuras que gobiernen sus relaciones y forma de actuar o decidir sobre temas que los reunieron. Es un proceso que implica normas compartidas e interacciones mutuamente beneficiosas” Ring y Van de Ven (1994), (citado en Thompson y Perry, 2006).

“Vincular o compartir información, recursos, actividades y capacidades por organizaciones de dos o más sectores para alcanzar de manera conjunta un resultado que no podría alcanzarse por organizaciones de un solo sector por separado” Bryson, Crosby, and Stone (2015, p.648).

Estos últimos autores proponen un marco conceptual sobre la colaboración que, en una adaptación simplificada, se compone de las siguientes dimensiones clave [1]:

a. condiciones iniciales, impulsores y mecanismos vinculantes,
b. procesos colaborativos,
c. estructuras colaborativas,
d. intersecciones entre procesos y estructuras (liderazgos, gobernanza, tecnologías y capacidades y competencias) y
e. tensiones y conflictos [2]

Figura 1. Marco conceptual de la colaboración. 

Figura 1. Nota de Planificación N 10

Fuente: Adaptado y simplificado de Bryson, Crosby y Stone, 2015.

Resulta relevante destacar el rol que le asignan al liderazgo, en particular respecto de su rol en las etapas iniciales de una actividad colaborativa, en el apoyo a la construcción de capacidades colaborativas, y en la gestión de tensiones y articulación de procesos y estructuras colaborativas.

3. Desarrollo, liderazgos públicos colaborativos y territorio

Como lo destacan algunas investigaciones, existe una escasa reflexión sobre la relación entre liderazgo y desarrollo, lo que puede ser en parte un producto del creciente rol que han adquirido las instituciones en la discusión sobre el desarrollo, y que ha significado dejar de lado, o minimizar, el rol de la agencia (Lyne de Ver, 2008).

A estos efectos, resulta necesario recalcar la naturaleza profundamente política de la reflexión sobre desarrollo y liderazgo, en particular respecto de los vínculos evidentes entre liderazgo y poder. Lyne De Ver (2009) destaca tres ideas en torno de estos vínculos:

• El liderazgo implica la organización o movilización de personas y recursos (económicos, políticos, entre otros) en la búsqueda de propósitos particulares.

• El liderazgo siempre debe ser entendido contextualmente, ocurriendo dentro de una configuración local del poder, autoridad y legitimidad, moldeada por historia, instituciones, objetivos y cultura política.

• El liderazgo regularmente implica forjar coaliciones formales o informales, verticales u horizontales, de líderes y elites, en orden de resolver los permanentes problemas de acción colectiva, que definen en gran medida los retos del crecimiento y el desarrollo.

Las perspectivas más recientes se proponen pensar el liderazgo como procesos o dinámicas interactivas emergentes, que son resultado de procesos adaptativos, mientras que las/los líderes se refieren a individuos que actúan en formas que influencian esta dinámica (Uhl-Bien, Marion and McKelvey, 2007).

No obstante, sigue siendo útil distinguir entre diferentes estilos de liderazgo. Por ejemplo, uno de los enfoques clásicos distingue entre el estilo transaccional y el estilo transformacional. El primero pone el acento en los recursos de poder duro, tales como incentivos y coerción y deja mayor espacio a las reglas y procedimientos, interviniendo en la gestión solamente por excepción. El segundo enfatiza los recursos de poder blando, tales como la inspiración y la persuasión, promueve el estímulo intelectual y otorga consideración individualizada, siendo sensible a las diferencias. Una combinación de ambos da lugar a lo que puede denominarse liderazgo mixto (Bass, 1990).

Un aspecto interesante mencionado por Bass se refiere al contexto en el que cada estilo de liderazgo puede contribuir de mejor forma. En entornos relativamente estables y predecibles es probable que el liderazgo transaccional opere mejor, sin embargo, en entornos más inciertos y cambiantes la opción por el estilo transformacional aparece como más adecuada. De esta forma, puede pensarse que en relación con los problemas del desarrollo - caracterizados en buena medida por incertidumbres, y enmarcados hoy en intensas transformaciones ciudadanas - parecería más idóneo recurrir a los atributos del estilo de liderazgo transformacional, en particular para la construcción de visiones, coaliciones y pactos.

En lo referido a la dimensión territorial de los liderazgos públicos, resulta necesario destacar la gran variedad de expresiones o manifestaciones de liderazgos locales, así como su emergencia en contextos específicos, con historias y experiencias particulares, tanto personales como colectivas. Al respecto, puede mencionarse la tipología de Hambleton (2014) sobre liderazgos que juegan roles clave en el desarrollo local:

Figura 2. Nota de Planificación N 10

La importancia territorial de los liderazgos públicos colaborativos se ha incrementado significativamente frente a los estragos sanitarios, sociales y económicos causados por la pandemia covid 19 y las medidas de emergencia que han debido adoptar todos los países.

En este contexto, y considerando solamente la dimensión urbana de la pandemia, en varias ciudades de nuestra región se han organizado numerosas acciones colaborativas solidarias, que buscan enfrentar un conjunto de graves problemas sociales que han sido agudizados por la pandemia, tales como las emergencias alimentarias, la violencia de género, la provisión de insumos de protección sanitaria, entre otros. 

Un interesante ejemplo de iniciativas colaborativas es la plataforma SOLIVID, elaborada para dar seguimiento a iniciativas solidarias que han emergido frente a la pandemia. SOLIVID es un proyecto colectivo y de acceso abierto, que busca mapear de manera colaborativa dichas acciones y generar un banco de recursos on-line [3].

Un segundo ejemplo, que ilustra más concretamente la importancia de los liderazgos colaborativos, se describe a continuación. El caso de la organización Bicitekas de la Ciudad de México [4].

Recuadro 1
Ciudad de México: “Recicletas: bicicletas para héroes y heroínas de la salud”.


Después de que el 28 de febrero de 2002 se declarara el inicio de la pandemia en México, se sucedieron a nivel urbano varios ataques discriminatorios y agresiones cometidos contra enfermeras/os, médicos y personal de la salud que eran identificados por su tradicional uso de delantal blanco. Los hechos fueron asociados al fenómeno del estigma social causado por el temor y ansiedad frente a la posibilidad de contagio, y se vieron obligados a adoptar precauciones durante sus trayectos de movilidad urbana. Frente al riesgo de recibir agresiones de terceros y al peligro sanitario de contagio, Bicitekas A.C. y la Alcaldía de la Bicicleta iniciaron el 20 de abril de 2020 la campaña en pro de la movilidad urbana segura y solidaria “Recicletas: bicicletas para héroes y heroínas de la salud”.

La campaña se generó con el fin de donar bicicletas como modo de movilidad saludable, segura, sustentable y solidaria a los trabajadores de la salud que manifestaran estar dispuestos a usarla. Generaron una sección en su página web con el fin de que solicitaran una bicicleta, y difundieron por redes sociales y medios de comunicación el llamado para que la comunidad donara piezas, herramientas, bicicletas en desuso, dinero o trabajo voluntario para armar o refaccionar las denominada “recicletas”. Recibieron más de 300 solicitudes y han entregado más de 120 bicicletas recicladas al personal de hospitales y laboratorios que la solicitaron para poder realizar sus recorridos de una manera segura.

Si bien Bicitekas A.C. nació en 1998, se transformó en asociación civil sin fines de lucro en 2001 para promover ciudades más humanas a través del uso de la bicicleta como modo de transporte seguro, sano y sustentable. Integra la Coalición Movilidad Segura conformada por 59 organizaciones promotoras de la Ley General de Movilidad y Seguridad Vial de México, y una de sus representantes más relevantes es Areli Carreón García. Además de ser su fundadora, durante el Sexto Foro Mundial de la Bicicleta realizado en Ciudad de México en abril de 2017 fue la primera Alcaldesa de la Bicicleta nombrada en una ciudad de América Latina y el Caribe. La representación ciudadana de la capital más poblada de la región se sumó así a las únicas otras dos alcaldesas homólogas en el mundo, Anna Luten en Amsterdan y Sarah Ann en Sydney.

La Alcaldía de la Bicicleta de la Ciudad de México (ABCDMX) posee un gabinete de 30 activistas sociales, académicos y expertos que colaboran en red con asociaciones, colectivos, organizaciones vecinales, gobierno y empresas, impulsando procesos, consensos y proyectos para incrementar el uso de la bicicleta como un modo de transporte urbano seguro y sustentable.

Sus objetivos estratégicos son duplicar el número de viajes en bicicleta y el número de kilómetros de ciclovías e infraestructura para el ciclismo urbano, así como reducir a la mitad los accidentes viales de ciclistas. Forma parte de la Red Global de Alcaldes de la Bicicleta impulsada por la organización holandesa CycleSpace, la cual se plantea como objetivo 2030 que la mitad de todos los viajes urbanos se realicen en bicicleta, reduciendo los gases de efecto invernadero causantes del cambio climático.

4. Fortalecer capacidades para liderazgos públicos colaborativos

Los desafíos que plantean las diversas crisis actualmente en curso en el mundo, y con sus particulares y diversas expresiones territoriales, requieren del fortalecimiento de un conjunto de capacidades o habilidades de liderazgos públicos colaborativos para enfrentarlos. A este respecto, uno de los enfoques que parece pertinente es el propuesto por Barbara Crosby y John Bryson, quienes parten de la constatación de una característica central de los problemas asociados al desarrollo: El concepto de un mundo de poder-compartido. Esto significa que la mayoría de estos problemas, tales como el desempleo, la desigualdad o el medio ambiente, tienen la característica de que involucran a muchos individuos, grupos u organizaciones, que contribuyen a su existencia o son afectados por estos, y cuya solución no puede ser enfrentada por un solo agente o institución (Crosby and Bryson, 2005).

A partir de la definición propuesta por ellos sobre liderazgo: “la capacidad de inspirar y movilizar a otros para llevar a cabo acciones colectivas en la búsqueda de bienes comunes”, los autores recogen ocho capacidades básicas a tener en cuenta para un liderazgo efectivo en ese mundo de poder-compartido.

• Comprensión de contexto: Capacidad para comprender adecuadamente los contextos económicos, sociales, políticos u otras dimensiones y sus potencialidades latentes para el cambio. Problemas sentidos por la población en su conjunto y no sólo por las elites, o sólo por los pobres o sólo por los grupos medios.

• Conocimiento personal: Capacidad de exploración personal para identificar activos, fortalezas y debilidades, relacionadas con el propósito de impulsar cambios beneficiosos para el entorno.

• Construcción de visión: Capacidad de interpretación de la realidad y dar forma a visiones colectivas sobre el futuro. Capacidad de creación y comunicación de significados compartidos sobre un problema o etapa histórica.

• Construcción de equipos: Capacidad de construcción de equipos efectivos, donde tres dimensiones aparecen como particularmente relevantes: el reclutamiento, la comunicación y el empoderamiento y desarrollo de liderazgos en los miembros del equipo.

• Desarrollo organizacional: Capacidad de creación y cuidado de organizaciones efectivas, poniendo atención a los propósitos y diseños organizacionales, a los cambios internos y externos, y a la construcción de comunidades inclusivas.

• Gestión política: Capacidad de toma de decisiones en diferentes espacios, arenas o ámbitos (legislativos, ejecutivos, administrativos). Capacidad de formación de coaliciones que apoyen las propuestas de cambio.

• Fortaleza ética: Capacidad de sancionar conductas y adjudicar disputas en diferentes arenas. Capacidad de discernir acerca de que es ético y legítimo.

• Gestión de políticas: Capacidad para coordinar objetivos del liderazgo a través del curso del ciclo de políticas públicas.

Cabe señalar que los autores subrayan el hecho de que raramente las ocho capacidades existen de manera simultánea e integral, por lo que ciertas personas tendrán mayor desarrollo de algunas respecto de otras. Por otra parte, también sostienen que ciertos grupos de capacidades adquieren mayor importancia que otras de la perspectiva del ciclo de políticas públicas. Por ejemplo, en las fases iniciales relativas a la identificación de un problema y a la decisión de comprometerse a enfrentarlo, son más relevantes las dos primeras (liderazgo contextual y personal). En cambio, en la fase de diseño de estrategias la dimensión de visión, equipos y organización aparecen como importantes.

Conclusiones

Los problemas globales y locales del mundo actual requieren de una reformulación profunda de los enfoques sobre planificación y gestión pública, en la cual las nociones de adaptación, innovación, resiliencia, aprendizaje, y en particular, liderazgos públicos colaborativos, deben permear con mayor fuerza algunas tendencias ya observables en enfoques que han recibido diferentes nombres, como el giro relacional o deliberativo de la gestión pública, o el Nuevo Servicio Público (Tarragón y Brugué-Torruella, 2015; Denhardt and Denhardt, 2015).

En síntesis, se trata de promover y desarrollar capacidades colaborativas en organizaciones y personas, que permitan lidiar con problemas complejos, insertos en entornos inciertos y conflictivos, y multidimensionales (escalas, agentes, sectores, temporalidades).

 

Referencias:

[1] Dos ámbitos omitidos en el esquema, pero de gran relevancia, son a) las condiciones o antecedentes generales y b) la rendición de cuentas e impactos. Ver Bryson, Crosby and Stone (2015, pp. 651-657) para el análisis completo.
[2]Para una discusión detallada sobre cada dimensión véase documento ILPES.
[3] Ver https://www.solivid.org/?lang=es
[4] Ver https://bicitekas.org/

Bibliografía:

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Mensaje clave
En la actualidad, la complejidad, incertidumbre, conflictividad y multidimensionalidad de las problemáticas globales y locales hacen necesario el desarrollo de capacidades colaborativas en organizaciones y personas. En este sentido, los liderazgos públicos colaborativos deben permear con mayor fuerza los enfoques de planificación y gestión pública.